Cada día me levanto con temor a que vuelva a ocurrir. No se por qué me ha pasado esto: no hice nada para que me tratara así.
Al llegar a la habitación, vuelvo a revivir la misma situación: entra serio, enfadado, no me escucha, no responde a mis preguntas, me habla con desprecio y prepotencia, como si no tuviera ni idea de lo que estoy diciendo. Eleva el tono de voz y los gritos se escuchan fuera. Me siento coaccionada si no hago lo que me dice. Empiezo a temblar, noto palpitaciones, sudoración, ansiedad y mucho miedo a lo que pueda pasar. Intento terminar de hablar cuanto antes y darle lo que me pide si es preciso, porque estoy deseando que salga de la habitación, que no se enfade más, que no levante ya no su voz, sino su mano…
MUJER, MÉDICA DE FAMILIA Y AGREDIDA
Esto es lo que viven cada día las tres Médicas de Familia agredidas en uno de nuestros Centros de Salud cuando vienen a trabajar. Tres mujeres agredidas en menos de 15 días: TRES.
En las tres situaciones vividas ocurre lo mismo: a pesar de la vocación, de la formación y de la experiencia de nuestros profesionales de Atención Primaria, a pesar de la atención prestada a pacientes y acompañantes existe una hostilidad manifiesta, a veces, casi desde el principio de la consulta. Y no hace falta recordar que una agresión verbal, no deja de ser una agresión.
Quizás es por la sobrecarga de las consultas, por las listas de espera, y por las causas que lo producen, que no son otras que la falta de condiciones laborales dignas que hacen que nuestros médicos no quieran trabajar aquí, haciendo un médico el trabajo de tres.
Pero también lo provoca en parte la cercanía, la facilidad para entrar en la consulta cuando lo necesito – “vengo a que me vea”, “a que me recete”, “es solo un momento”, “no puedo esperar”… – y esa accesibilidad hace que la Atención Primaria, parezca de Segunda – “está usted aquí para eso, que para eso le pagan”…
Esta situación, un día tras otro, hace que nuestras compañeras se sientan débiles, desprotegidas, coaccionadas, si no hacen lo que se les pide. Y el miedo y la pérdida de confianza rompen la relación médico – paciente. Y a veces… ¿¿es el paciente el que denuncia??
Tenemos delante un verdadero problema por el que vamos a perder uno de nuestros bienes más valiosos: nuestros profesionales sanitarios, nuestra Sanidad Pública y en consecuencia, nuestra propia salud.
RESPETA AL QUE TE CUIDA.
NO A LAS AGRESIONES A PROFESIONALES SANITARIOS.