
Cristina Cazorla Cabrera.- Son las 6 a.m. Huele a noche cerrada, a café, a esperanza, a nervios e incertidumbre. Las luces se apagan y se escucha el ronco sonido de los motores. Cerramos los ojos y dejamos que Morfeo abrace nuestros sueños. El sueño de cambiar el devenir de los acontecimientos. Nos esperan 5 horas de viaje en autobús hasta llegar a nuestro destino.
Y por fin llegamos. Madrid nos recibe con un amplias avenidas, sus extensos parques y sus edificios emblemáticos. Bajamos del autocar, aún un poco dormidos y con el cuerpo agarrotado por tantas horas de inactividad. Enderezamos la columna, estiramos las extremidades y músculos y movilizamos las articulaciones con el fin de engrasar de nuevo los engranajes que nos hagan ponernos en movimiento. Nos colocamos nuestra armadura. Esa que nos protege de las malas condiciones laborales; de ser el muro sobre el que los paciente, en un acto comprensible de frustración y desesperanza, arrojan sus quejas por situaciones, que en la mayor parte, están fuera de nuestro control, como las listas de espera interminables o las horas de demora para ser valorado en una Urgencia. La bata blanca, un símbolo ligado al médico desde finales del siglo XIX y principios del XX.
Una vez ataviados correctamente caminamos prestos por las calles de Madrid hacia el punto de encuentro, la Plaza de las Cortes. Por el camino vamos encontrando a antiguos compañeros. Poco a poco médicos y estudiantes de Medicina de toda España nos congregamos en el punto indicado, hasta llegar a llenar la calle con más de 5000 profesionales.
El Dios Neptuno erguido sobre la concha tirada por hipocampos, tridente en la siniestra, nos vigila atentamente. Esta vez ni todo el agua de su reino ahogará nuestras voces.
12 p.m. comienza nuestra andadura, pancarta en mano y cánticos en nuestra garganta, hacia el Paseo del Prado hasta llegar al Ministerio de Sanidad.
Nuestra protesta es firme y, pensamos de corazón, justa. Nos manifestamos en contra de la futura aprobación del Estatuto Marco. Un saco donde meter a todos los profesionales de la salud y juntar churras con merinas, pues cada categoría tenemos una idiosincrasia propia.
Por poner algunos ejemplos de lo que supone para los médicos, continuamos con la obligatoriedad de las guardias, que siguen sin computar para la jubilación, como si esas horas no las hubiéramos trabajado. Y como decían en aquella película “¡más madera!”, no solo no se pagan como horas extraordinarias, sino que se cobran por debajo del precio de las ordinarias. El tema de las guardias hace que nos veamos obligados a hacer jornadas de 48 horas semanales, aunque dependiendo del número de guardas esta cifra puede ser bastante mayor, mientras por parte del Ministerio de Trabajo se defiende la jornada de 37,5 horas para el resto de trabajadores. ¿Han pensado alguna vez cuántas horas llevaba sin dormir aquella personas que sobre ustedes debía tomar decisiones importantes y hasta en algunos casos de vida o muerte? ¿Acaso los facultativos somos supra humanos y no tenemos que descansar las horas normales de todo mortal? No, ya les digo que no somos ninguna clase de súper héroes ni nada parecido. Y que hay momentos en que realmente lo estamos pasandolo mal, por nosotros y por la persona que está en nuestras manos.
Y si esto ha sabido a poco, seguramente muchos no sabrán que no estamos considerados profesión de riesgo. Porque tan solo tratamos con enfermedades que en algunos casos son contagiosas y muy graves o mortales, porque solo bregamos con el sufrimiento humano a diario y esto, claro está, no tiene ninguna carga sobre nosotros. A tener en cuenta es que la tasa de suicidio en galenos es más alta que en la población general.
Para llegar a ejercer en el Sistema Nacional de Salud de este país una persona tiene que hacer 6 años de carrera universitaria. Pasar casi 1 año preparando el famoso examen MIR, que es el que te dará acceso a la especialidad. Y formarte durante 4 o 5 años, dependiendo de lo elegido, para tener el título de especialista. Después de esta carrera de fondo podrás trabajar en el sistema público siempre que haya contratos. Estos serán durante muchos años temporales, de 1 mes, otras veces de 2, tal vez de 4. Y solo mediante un examen de oposición se podrá obtener una plaza fija. Por no hablar de que estarás toda tu vida laboral formándote y actualizando tus conocimientos, eso si, a costa de tu tiempo libre, ésto normalmente no será en horas laborales.
Si tras todo este camino lo que se va a obtener es un agravio constante por parte de las administraciones, da igual si están a un lado u a otro del mapa político, podemos entender que tengamos y vayamos a seguir teniendo una fuga de profesionales. Y esto nos preocupa como médicos y como pacientes que también somos. Porque la consecuencia no podrá ser otra que un empeoramiento y deterioro progresivo de la atención sanitaria. Muchos pensarán que también ocurre en otros sectores. Y efectivamente así es, e igual de preocupante. Este país maltrata a quien se esfuerza y se forma y parecer que flota cómodamente en las aguas de la mediocridad.
Durante años los facultativos hemos callado. Pero esta vez no será así. Nos hemos unido todo el colectivo médico, profesionales en activo, también jubilados, estudiantes, colegios y sindicatos de la profesión. Nuestra primera parada fue el pasado 5 de abril en Madrid, donde dijimos ¡basta! Arrojando nuestras albas armaduras a las puertas del Ministerio de Sanidad. No en señal de rendición, en clamor de que no vamos a ceder sin luchar. El siguiente paso nos llevará a la huelgo el 23 de mayo. Porque amamos nuestra profesión. Porque sabemos el valor que ésta tiene en la sociedad, siendo uno de los pilares de la misma. Y porque nos sentimos orgullosos y agradecidos por el don que tenemos de estar ahí en los peores momentos de las personas, para hacer todo lo que esté en nuestras manos para sanar o al menos aliviar como ya nos indicara Hipócrates.
Médico especialista