Una burda estratagema para 'engatusar' a los MIR

 

El Ministerio de Sanidad no parece especialmente dotado para las relaciones diplomáticas con el sector. Después de echarse encima a laboratorios, farmacéuticos y distribuidores con la polémica reforma de la Ley del Medicamento, ahora se ha puesto también en contra de forma definitiva a los médicos, con motivo de la regulación del decreto sobre la relación laboral especial de los MIR. Y lo ha hecho de una forma torpe, manida y hasta pueril. Pensaron el subsecretario Fernando Puig de la Bellacasa, y la directora general de Recursos Humanos, Consuelo Sánchez Naranjo, que convenciendo a María José Alende, de CC.OO.; Pilar Navarro, de UGT; Víctor Aznar y Rafael Reig, de Satse, y a otros sindicalistas de clase, al margen de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), su propuesta de subida salarial raquítica para los facultativos en formación saldría adelante sin resquemor de las autonomías, que ya sufren importantes agobios financieros. El resultado de la operación ha sido fallido. Ni Carlos Amaya ni Joaquín Pérez Argüelles, de la CESM, aceptaron a principios de mes las condiciones que el Ministerio había pactado a sus espaldas y el clima de tensión entre los estudiantes, residentes y sus 'padres' de profesión por un lado, y el Ministerio por el otro, se encuentra ahora en su momento más álgido.

La tosca maniobra tejida por los altos cargos de Sanidad demuestra que no han aprendido aún de los múltiples errores que cometieron en el pasado sus antecesores en el puesto. A estas alturas, resulta ya evidente para todos —salvo quizás para el ministerio— que ninguna reforma laboral puede prosperar en el ámbito de la sanidad sin el apoyo de los facultativos. Resulta obvio pensar también que estudiantes y residentes no aceptarán acuerdo retributivo alguno que no lleve la rúbrica de los sindicatos médicos, mayoritarios en el sector. Máxime, cuando dicho acuerdo se ha intentado alcanzar por parte del ministerio con organizaciones que no tienen prácticamente médicos en sus filas. Desde luego, muchos menos que los que están afiliados a la CESM. En la reunión del llamado Foro para el Diálogo Social de principios de febrero, llegó a darse incluso la circunstancia de que, durante bastante tiempo —más de dos horas— no había en la mesa negociadora ningún licenciado en Medicina, ni ningún médico residente. Reig y Navarro son enfermeros. Xoan Cons Pintos, técnico sanitario, y Alende es matrona. ¿Pueden aceptar los afectados pacto alguno alcanzado en un foro de este tipo? ¿Pretendía Sanidad hacer creer a los residentes que las negociaciones avanzaban, cuando no tomaba parte en ellas ni un solo titulado en Medicina al haber abandonado la mesa de forma voluntaria Amaya y Pérez Argüelles, sabedores de la estratagema?

Al ministerio sólo le queda ya una solución para evitar una futura huelga de los MIR cuando se ha iniciado la cuenta atrás para las elecciones generales: pagarles más. Han transcurrido dos años de legislatura y el PSOE sigue sin cumplir otra de sus promesas electorales. A estas alturas, el estatuto del médico residente sigue siendo una entelequia, y la propuesta formulada por las autoridades sanitarias radica en equiparar el sueldo base de estos profesionales al de los funcionarios del Grupo A, lo que equivale a 50 euros brutos más al mes en 2006, otros 50 adicionales en 2007 y cien euros extra en 2008. Una miseria para la responsabilidad de este colectivo y el peso específico que ha de jugar en el Sistema Nacional de Salud (SNS). La ministra Elena Salgado ha expresado su "satisfacción por el desarrollo del proceso de diálogo" y ha aludido a "la importancia de trabajar conjuntamente para alcanzar un marco regulador homogéneo en este terreno", según explicó Sanidad. Los médicos le replican que trabajar conjuntamente significa negociar también con la CESM, no sólo con los sindicatos de clase. Y le recuerdan que la sombra de un conflicto de grandes dimensiones planea ya sobre los hospitales de toda España. En las manos de Salgado está mover ficha de verdad para evitarlo.